miércoles, 8 de octubre de 2014


                                                     Ébola.
Teresa Romero Ramos estaba conectada al mundo a través de su teléfono móvil. El miércoles atendió a EL PAÍS desde la habitación de aislamiento del Hospital Carlos III de Madrid en la que sigue ingresada desde que se confirmó que era la primera personas infectada por el virus del ébola. Al ser preguntada por su estado, respondió que está bien. “Bueno, bien es un decir”, matizó enseguida. “No sé ni yo lo que ha podido pasar”, comentó con un hilo de voz y muy despacio. Le da varias vueltas al asunto que intentan responder las autoridades sanitarias y sobre el que el viernes hubo más de una declaración oficial. ¿Qué fue lo que provocó el contagio? “No lo sé. El fallo pudo ser al quitarme el traje, es el momento más crítico, pero no lo sé”, dice Romero.
La auxiliar, de 44 años, explicó que pasa las horas de aislamiento durmiendo y mirando el móvil. Tiene una televisión pero ni siquiera sabe si funciona. En la planta sexta continúan esta noche otras cinco personas en observación. A última hora han ingresado los dos médicos que la atendieron en Alcorcón, el facultativo de urgencias del hospital y la doctora que la vio días antes en el centro de salud más cercano a su casa. El Carlos III dio de alta ayer al hombre que mantenía en observación tras un viaje a Nigeria y a una de las enfermeras, que dio negativo dos veces al test de ébola.
Por tanto, el marido de Romero, Javier Limón, considerado como un contacto de riesgo, y cuatro personas más están en investigación. Son una enfermera y un enfermero (este ingresó a última hora del miércoles) del equipo del Carlos III. Ninguno ha dado positivo por ébola ni tiene síntomas graves, pero ya nadie se arriesga. Una auxiliar que estuvo en observación fue dada de alta. Por si acaso, el hospital ha despejado otra planta para prepararse por si fuera necesario aislar a más personas sospechosas de estar infectadas.
Romero se mostró el viernes “muy agradecida” con el personal que le atiende, que son sus propios compañeros. “Me dicen que mucho ánimo”, contó a este periódico antes de despedirse a mediodía: “Espero salir de esta, tengo que salir de esta”. Su teléfono permaneció apagado toda la tarde.

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